Hace algunos años, la NASA mandó llamar al biólogo y químico James E. Lovelock, para que participara en una investigación sobre las posibilidades de vida en Marte.
Para poder descubrir desde nuestro planeta si había vida en Marte, Lovelock y su equipo tuvieron que inventar sensibles aparatos de medición de los fenómenos naturales.
También tuvieron que formular una serie de preguntas que les ayudaran a descubrir si había vida o no en Marte y en otros planetas.
En un momento dado, Lovelock se vio haciéndose esas mismas preguntas en relación con nuestro planeta, la Tierra.
Fue algo así como «Si yo estuviera en otro planeta y dirigiera mi atención hacia un planeta en particular, la Tierra, ¿qué tendría que encontrar o descubrir para deducir que hay vida en ella?»
Él no se imaginaba lo que estaba a punto de descubrir.
Estudió a nuestro planeta como si fuese otro. Investigó la composición química de la atmósfera, el equilibrio existente entre la temperatura y los diversos ecosistemas, y así hasta descubrir que toda esa información que estaba obteniendo tenía una estrecha correlación.
Y después de analizar todos esos datos, llegó a una conclusión verdaderamente excepcional: Descubrió que nuestro planeta, la Tierra, ¡está vivo!
Sus conclusiones dieron origen a nuevos paradigmas que obligaron a la comunidad científica en su conjunto, a ver a la Tierra de una forma diferente.
En síntesis, su hipótesis es sencilla y revolucionaria: la Tierra es un ente vivo.
Existe una interdependencia entre las diferentes formas de vida que la habitan (animal, vegetal, mineral), y el balance entre ellas permiten pensar que nuestro planeta, como ser vivo, se autorregula.
Yendo un poco más allá, me pongo a pensar si todo esto del cambio climático, deshielos, aumento en la frecuencia de huracanes, tornados, etc., ¿no será la respuesta de la Tierra ante el daño que como humanidad le estamos infringiendo?
Es como cuando cualquiera de nosotros nos enfermamos, digamos de algo relativamente sencillo, una gripa, nuestro cuerpo reacciona aumentando nuestra temperatura corporal, pidiéndonos reposo para poder recuperarnos, etc. ¿Captas la idea?
¿No será que nuestro planeta, de forma natural, está buscando restablecer ese frágil equilibrio que le brinda salud y que por nuestras acciones la está perdiendo? Honestamente, me inquieta la respuesta.
Ahora bien, vamos a suponer sin conceder que esto fuera cierto, llevando este orden de ideas hacia el mundo empresarial, ¿qué pasaría si quisiéramos descubrir que las empresas, las organizaciones, son entes vivos también?
Tal como lo hizo Lovelock, ¿qué tendríamos que descubrir para deducir que una empresa es también un ente vivo?
¿No será que nuestras organizaciones, nuestras empresas, de alguna manera, también tienen vida propia?
¿Qué estamos haciendo para hacerlas prosperar?
¿O será que las estamos lastimando y por eso hay tanto fracaso empresarial?
¿Tú qué piensas? ¿Te hace sentido?
Agradezco compartas tus ideas…